Luego de una larga caminata y un par de cigarrillos sueltos, me puse a meditar sobre mí y sobre lo que espero de mí. Me he puesto como objetivo ser un artista independiente, como si para “ser independiente” hubiera que llenar ciertos aspectos hasta llegar a esa condición. ¿A caso no me molesta escuchar bandas que se hacen llamar independientes y solo quieren sonar como Radiohead y firmar algún contrato discográfico? ¿No me lleno de odio cuando veo series inglesas mal copiadas por los yankees? ¿Y qué es lo que estoy intentando hacer en estos últimos trabajos? Me di cuenta que lo único que he hecho es tratar de copiar, y con malos resultados, a los que realmente entienden lo que es ser independiente.
Que los que se consideren amantes de lo independiente se vistan todos iguales y les guste a todos los mismo, es el colmo de lo absurdo. Ser independiente no es usar gafas de pasta, camisas a cuadros y sacarse fotos vintage posando con un libro de Borges para mostrarle al mundo que usted “lee”.
Ser independiente no es solo “que no tiene dependencia, que no depende de otro” como dice en el diccionario. Es mostrarse uno mismo sin importar lo que digan los demás, es hacer las cosas con amor, es mostrar la esencia de uno en cada cosa que decimos o hacemos, es no rendirse cuando algo “no se puede” realizar y hacerlo de todas formas con lo que se tenga la posibilidad.
El hecho de que ser independiente hoy sea denominado “ser indie”, y que todo se vea y suene igual es la ironía mas grande.
